Rubén Sanz es un vecino de Hontoria del Pinar que pinta cuadros. Sin prisa, sin presión, sin pretensión. Ya apuntaba maneras de pequeño. “Con seis años estuvo ingresado en el hospital La Paz de Madrid”, cuenta su madre, Ascensión, “ y ya en las cartas que me mandaba hacía dibujos muy buenos”. Hoy, a sus 39 años, este enamorado de la zona de Pinares sigue dando rienda suelta a su pasión por el lienzo. Rubén padece de artritis reumatoide, una dolencia que afecta a las articulaciones y, por lo tanto, al instrumento fundamental de un pintor: las manos. Pero nadie lo diría si viese sus cuadros, fieles reproducciones del entorno natural de Hontoria. Su trazo es cuidadoso y meticuloso a partes iguales, llegando a captar los detalles de una forma tan minuciosa que hasta sorprende. “Me gusta la pintura del realismo, aunque no tengo a ningún pintor en especial como referente”, explica Rubén sentado en el salón de su casa. Las paredes de la estancia están decoradas con obras suyas. “Llevo pintando 15 años”, cuenta, “y todo empezó cuando mi cuñado me regaló un maletín con pinturas e instrumentos”. Esa fue la llama que prendió la mecha. Hoy, con más de una treintena de cuadros acabados, su ilusión por los óleos sigue intacta, aunque no se dedique a ello de forma profesional.
“Para mí la pintura es un ‘hobby’, un entretenimiento. Pinto para mí, aunque cuando los demás te reconocen el trabajo, siempre es agradable”, se sincera. Rubén trabaja en el puesto de información turística sobre el Parque Natural del Cañón del Río Lobos situado en el ayuntamiento de Hontoria, aunque su relación con los paisajes y los espacios naturales no se limita a su actividad profesional. “Tengo la costumbre de pasear por los pinares, y esa es mi principal influencia”, narra. “Cuando voy andando y veo un paisaje, siempre me estoy fijando en los detalles, en posibles encuadres para una obra…”. Y es que el ojo del pintor no descansa, más que en verano. “Suelo pintar más a partir de octubre, cuando llega el otoño”, relata. En esa época, cuando el frío empieza a llamar a la puerta, Rubén se encierra en una habitación que ha habilitado como estudio, y allí, entre fotos, pinceles y pinturas, se pasa horas y horas. “Cuando estás metido en un cuadro, sigues pensando en él incluso cuando no estás trabajando en él”, explica. Este vecino de Hontoria pinta un poco todos los días, paso a paso, detalle a detalle. Y nunca empieza un óleo sin haber acabado el anterior. “Con este cuadro estuve un año”, dice señalando a una reproducción de un conocido paraje cercano a su pueblo.
Preguntado por si su dolencia representa algún problema a la hora de dibujar, responde que no. Su determinación ha hecho que, sin haber recibido ninguna formación académica, sus cuadros hayan alcanzado un nivel de parecido con la realidad digno de destacar. A pesar de todo, reconoce que no estaría mal “aprender de otros pintores, de algún maestro, ya que siempre se puede aprender algo nuevo”.
Sus padres, conocidos carniceros en Hontoria y alrededores, están encantados con la afición de su hijo. También sus hermanos. Prueba de ello son las paredes de la casa familiar, que muestran orgullosas los tonos verdes y marrones del característico paisaje pinariego plasmados por este artista.
El verano dice adiós en Pinares, y ya se va abriendo hueco el otoño. Con él llegarán el frío, la lluvia y los cielos grises. Entonces, Rubén seguirá paseando entre atardeceres teñidos de marrón y dorado, siempre atento al paisaje, pincelada a pincelada, paso a paso.
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